La respuesta alterada del cerebro a los estímulos procedentes de
los alimentos, podría explicar en parte la obesidad en aquellas personas faltas
de sueño...
Un estudio al respecto.
La restricción del sueño podría conducir a comer más debido a
una mayor activación del cerebro como respuesta a los estímulos provenientes de
los alimentos, según los investigadores estadounidenses de la Universidad de
Columbia y St. Luke's -Roosevelt Hospital en Nueva York. En efecto, estudios
anteriores ya se referían a que el aumento de la obesidad pueden estar
vinculado a una reducción en la duración del sueño.
El mecanismo propuesto que explica este efecto es que la
limitación del sueño afecta a hormonas claves relacionadas con la regulación
del apetito y el equilibrio de la energía: insulina, leptina y grelina.
Lo cierto es que no demasiados estudios se han centrado en cómo
reducir el sueño afecta la manera en que las diversas regiones del cerebro se
activan en respuesta a estímulos que nos llegan a través de los alimentos. Por
lo tanto, los investigadores del presente estudio quisieron determinar el
efecto sobre la actividad de las neuronas, en diferentes áreas del cerebro, del
sueño habitual frente a un sueño más ‘restringido’. Para ello, se valoró en
ambos casos la respuesta cerebral producida al ver imágenes de diferentes
alimentos.
Fases y muestra del
estudio.
En el estudio, participaron 26 hombres y mujeres de Nueva York
con edades entre 30 y 45 años y un Índice de Masa Corporal (IMC) que oscilaba
entre 22 y 26 kg/m2.
El estudio constó de dos fases: en la primera fase, los
participantes fueron asignados al azar a seis días de sueño normal (9 horas
cada noche) o restringidas (4 horas por noche). Después de tres semanas, los
participantes de cada grupo se intercambiaron. Asimismo, durante los cuatro
primeros días de cada fase, los sujetos recibieron dietas estudiadas según sus
necesidades energéticas. El resto de los días, podían comer lo que quisieran.
En cuanto al ejercicio físico, se permitía la libre práctica del mismo.
En la mañana del sexto día, después de una noche de ayuno, a los
participantes se les mostraron imágenes de diferentes alimentos y otros
productos no alimentarios mientras su actividad cerebral fue analizada mediante
resonancia magnética funcional (fMRI). Las imágenes incluían alimentos bajos y
altos en calorías como la avena, las zanahorias, donuts y hamburguesas; los
productos no comestibles que veían eran suministros de oficina, una cuerda,
mármoles y animales de peluche.
Los participantes incluidos en la fase de sueño restringido,
presentaban tras contemplar las imágenes de los alimentos (estímulos) un
aumento en la actividad de las neuronas en varias regiones del cerebro: la
corteza órbito-frontal (OFC), la ínsula, las regiones de los ganglios basales y
el sistema límbico.
En la fase del sueño normal, la visión de los alimentos también
produjo incremento en la actividad cerebral en las áreas de la OFC, pero su
actividad se redujo y era menos extendida.
Se descubrió, asimismo, que las regiones del cerebro que eran
más activas después de una fase de sueño restringido eran precisamente las más
relacionadas con la motivación, la toma de decisiones y el auto-control.
Esto podría significar que las personas que duermen poco son más
susceptibles a los estímulos procedentes de los alimentos. Asimismo, puede ser
que, en estos casos, la gente tenga una mayor motivación para elegir la comida
como recompensa o que puedan ser más conscientes de esa ‘recompensa’ y del
placer derivado de la ingesta de un alimento.
El cerebro y la comida.
De hecho, las regiones cerebrales del núcleo accumbens y del
putamen fueron activadas en mayor medida después de la restricción del sueño.
Estas regiones están asociadas a la recompensa, el placer, el refuerzo del
aprendizaje y la drogadicción. Además, los investigadores hallaron que, cuando
se limita el sueño, la actividad de las neuronas en el cerebro era similar al
modelo neuronal que se presenta en alguien que ha perdido peso y pretende
restaurar el peso corporal inicial.
Este estudio no contempló diferencias en la actividad cerebral
después de ver alimentos ricos o pobres en calorías. Tampoco fue capaz de
determinar si existe una diferencia en la actividad cerebral de los individuos
obesos y delgados ya que la mayoría de los participantes tenían un peso
relativamente normal (IMC < 26). Asimismo, el tamaño de la muestra era
demasiado pequeño para determinar las diferencias entre hombres y mujeres.
Conclusiones.
Sin embargo, el estudio sí demuestra que el vínculo existente
entre la restricción del sueño y la obesidad puede no ser exclusivamente
hormonal y que, por el contrario, podría deberse en parte a una mayor actividad
neuronal en regiones del cerebro vinculadas a la motivación y a la recompensa,
lo cual puede inducir a la gente que no duerme lo suficiente a buscar comida
con más intensidad.
- Para saber más:
Fuente: Artículo de SEDCA
Fotos: FreeDigitalPhotos.net papaija2008